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España - 16ª parte
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n febrero de 1808 Napoleón penetró en territorio español, avalado por Godoy, quien había otorgado un permiso especial a las tropas francesas para que atravesaran la Península con el fin de ocupar Portugal. Un movimiento de oposición a los franceses logró destituir al primer ministro y obligó a Carlos IV a que abdicara en favor de su hijo Fernando VII. Pero, el poder de Napoleón ya se había instalado en España y el emperador francés hizo que Fernando VII depusiera el trono en favor de su propio hermano, José Bonaparte. El alzamiento popular protagonizado el 2 de mayo de 1808 determinó el comienzo de la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que los españoles, excepto los llamados afrancesados, se enfrentaron a los invasores hasta lograr las victorias finales en San Marcial y Vitoria. Durante el transcurso de la guerra, las Cortes de Cádiz redactaron una Constitución (1812), de sustrato liberal, que no se correspondía con el desarrollo ideológico de la sociedad española de entonces. Por ese motivo, cuando Napoleón devolvió el trono de España a Fernando VII (1814-1833), el monarca restituido abolió la carta magna y aplicó en su lugar un total absolutismo.
El reinado de Fernando VII se caracterizó por los permanentes enfrentamientos entre absolutistas y liberales. La impronta de estos últimos quedó también patente en América, ya que, desde comienzos del s. XIX, comenzaron a producirse en las colonias levantamientos independentistas que culminaron con la creación de numerosos estados autónomos. A mitad de ese siglo España sólo contaba en América con los territorios de Cuba y Puerto Rico. Con la pérdida de las tierras americanas la burguesía española se sintió particularmente afectada, por lo que se iniciaron movimientos revolucionarios que pretendían instaurar una monarquía constitucional. La rebelión del coronel Riego en Cabezas de San Juan (1820) obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución que había abolido, pero la intervención de la Santa Alianza (a través del envío de Los cien mil hijos de San Luis) permitió restablecer la monarquía absoluta (1823). El rey inició entonces una política de represión terrorista, a consecuencia de la cual los liberales se vieron obligados a exiliarse. A la muerte del monarca (1833), el reino de España pasó a estar gobernado por la reina regente María Cristina, madre de Isabel II, con lo que quedaron comprometidas las aspiraciones al trono de Carlos, hermano de Fernando VII.Pero el enfrentamiento entre absolutistas y liberales no había llegado a su fin. Alrededor de Carlos se agruparon los absolutistas y en torno a la reina regente se concentraron los liberales; se inició de este modo la Primera Guerra Carlista (entre carlistas y liberales), que duraría unos siete años y que afectaría fundamentalmente al N del país. El abrazo de Vergara (1839) entre el general Espartero, jefe de los liberales, y el general Maroto, carlista, pareció poner fin a la guerra que habían mantenido los dos bandos. Sin embargo, Espartero se pronunció contra la reina María Cristina y, tras el destierro de ésta, el general liberal fue nombrado regente. Al poco tiempo Isabel II alcanzó la mayoría de edad y fue coronada reina de España (1843-1868). Durante su reinado se consolidó la burguesía española y la política estuvo dominada por las luchas entre los moderados y los progresistas. Los primeros, apoyados por las clases medias ilustradas y, más tarde, por la aristocracia y la burguesía adinerada, representaban el sector del centro de quienes habían sido liberales en las Cortes de Cádiz. Los progresistas procedían del sector más radical de las Cortes de Cádiz y contaban con el aval de un sector de la burguesía, profesionales, pequeños comerciantes y algunos militares. Narváez, al frente de los moderados, fue uno de los principales protagonistas de la llamada Década Moderada durante la cual se redactó una nueva Constitución (1845). Pero, los progresistas alcanzaron el poder y tras ello se sucedieron una serie de pronunciamientos e insurrecciones; hubo motines en Barcelona, Zaragoza y parte de Castilla. El golpe de Estado que O'Donnell, líder de la Unión Liberal, dio en 1856 quitó el poder a los progresistas. A partir de entonces ambos partidos se alternaron en el gobierno y comenzaron a surgir otras agrupaciones políticas como el partido republicano y el federal. Isabel II fue destronada y un gobierno provisional, presidido por el general Francisco Serrano, convocó a Cortes; de ellas surgió una nueva Constitución que resultó ser monárquica. Sin embargo, el trono de España había quedado vacío y Amadeo I de Saboya, apoyado por Juan Prim, lo ocupó hasta 1873, año en que abdicó.
Las Cortes proclamaron la I República el 11 de febrero de 1873, que tuvo cuatro presidentes en once meses y que se caracterizó por la condición intelectual de sus dirigentes. Posteriormente, un pronunciamiento militar restauró a los Borbones y Alfonso XII, hijo de Isabel II, fue coronado rey (1875-1885). Durante su reinado se intentó organizar un régimen parlamentario y se logró poner fin a la Tercera Guerra Carlista, gracias a las acciones programadas por Cánovas del Castillo. En 1876 se promulgó una Constitución conservadora que establecía un sistema de alternancia política entre los conservadores y los liberales fusionistas, liderados por Sagasta. En 1882 se fundó en Madrid el Partido Republicano Federal de Pi i Margall y por aquel entonces comenzaron a tener lugar los primeros pronunciamientos republicanos. Uno de los más importantes estalló en 1884 en Santa Coloma de Farners, donde fueron ejecutados los jefes del motín. Tras ser aprobada la Ley de Asociaciones, en 1888 se creó un sindicato obrero socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT). Durante este período fue aprobada, además, la Ley del sufragio universal masculino. A la muerte de Alfonso XII (25 de noviembre de 1885), la reina María Cristina de Habsburgo ocupó el trono como regente (1885-1902) hasta que Alfonso XIII fue coronado rey. El reinado de Alfonso XIII se caracterizó por un notable progreso económico, demográfico y cultural. Tras la muerte de Cánovas del Castillo y de Sagasta, los partidos que se disputaban el poder entraron en un período de conflictos y posteriores divisiones que debilitó su fuerza. Al mismo tiempo, comenzaron a agudizarse las ansias regionalistas, y luego nacionalistas, de los catalanes.
Durante el trienio conservador de Maura se dieron los acontecimientos de la Semana Trágica en Barcelona (última semana de julio de 1909) y estallaron numerosas huelgas que expresaban el descontento de la población respecto al reclutamiento de reservistas para que participaran en la guerra de Marruecos. Estalló la Primera Guerra Mundial y España, que se mantuvo neutral, continuó viviendo un clima de permanente inestabilidad gubernamental que desembocó en la crisis de 1917. Esta crisis emergió primero a través de un movimiento militar por el que los oficiales de infantería crearon Juntas de Defensa en contra del favoritismo. Otra expresión la constituyó el reclamo de los grupos políticos antidinásticos, que exigían la convocatoria de Cortes. Las huelgas por sectores comenzaron a aumentar y el 13 de agosto la huelga fue general. Entre 1917 y 1923 las tensiones se agravaron; mientras en Andalucía los campesinos protagonizaban manifestaciones y pintaban inscripciones de «Viva Lenin», en Cataluña crecía notablemente el movimiento sindical. Alfonso XIII y las clases pudientes decidieron entonces apoyarse en el Ejército para resolver la situación de descontrol que vivía España.1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29